Este libro, continuación de Derrota Mundial, leí ambos en 1971-73 durante dos años que pasé huevoneando debido a que terminé mi bachillerato más la invasión y cierre de la Universidad Nacional en julio de 1972 por el fradulento gorilesco Coronel Molina quien me mandó a huevonear y aproveché para leer en puta...
Antes de leer estos libros que mi broder trajo de Chicago yo juvenilmente simpatizaba con el pensamiento de izquierda. Admiraba al che Guevara y creía los pobechitos judíos, aunque habían asesinado al Nazareno, eran "hijos de dios" y víctimas del mundo... Los libros de Borrego fueron interesantes fuentes de nueva información tocante a los orígenes de la Segunda Guerra Mundial, sobre quién era Adolfo Hitler y quiénes eran los bolcheviques que por 75 años dominaron a eslavos, cosacos y pueblos caucásicos.
Casi 85% de lo que Salvador Borrego señala como hechos en sus libros lo he visto y leído corroborarse durante los siguientes 50 años de mi vivir...
Extracto del libro
Derrota Mundial
Por Salvador Borrego E
El cargo más grave
que se hizo a los líderes nazis fue el de haber cometido "crímenes contra
la humanidad"; en otras palabras, ejecuciones de judíos. La parte
acusadora, o sea los mismos israelitas, calcularon en seis millones el número
de ejecutados. Una cantidad tan grande de fusilamientos es incuestionablemente
injustificada, pero el delito no se configura con el simple dicho del acusador.
Para probarlo se hubiera requerido el trabajo de un tribunal imparcial y de una
investigación que no fuera practicada por los mismos acusadores, máxime cuando
esos acusadores exageran siempre todo suceso que tienda a favorecerlos.
Frecuentemente llegan incluso a desprestigiar como victimarios a quienes en
realidad son víctimas de ellos.
Un gran sector de
abogados británicos, por conducto de la revista "The Solicitor", de
junio de 1946, hizo la siguiente observación: "Cuando un hombre insiste en
ser juez de su propia causa hay que suponer inevitablemente que ésta no resistirá
a la investigación. ¿No sacará la posteridad esta conclusión respecto a los
juicios de Nuremberg?".
Antes de la guerra
sólo había 600,000 judíos en Alemania. Y una vez terminada la contienda aún
había tantos que pudieron asumir innumerables puestos públicos, montar
tribunales de "desnazificación" y ocupar cargos directivos en el
comercio, en la industria, en la banca y en general en todas las actividades
públicas. Después de la guerra, la agencia noticiosa "France Press"
informó cómo millares de judíos asistieron en Munich al entierro de Philipp
Auerbach. Y en toda la prensa (incluso la israelita) se publicó asimismo cómo
en el pequeño poblado alemán de Bielfeld una multitud de hebreos se opuso a la
exhibición de una película interpretada por Weit Harlam, debido a que años
antes éste había filmado una cinta anti-judía. De igual manera fue del dominio
público que apenas el Dr. Eberhard Stern formó en Berlín un partido
nacionalista, millares de judíos brotaron por doquier para asaltar su casa y
protestar en contra suya. Todo esto sin contar las decenas de miles de
israelitas que al terminar la contienda emigraron de Alemania a Palestina, a
Estados Unidos y a otros muchos países, inclusive México.
Si antes de la guerra
había sólo 600,000 judíos en Alemania; si al terminar la contienda su número
era tan considerable que hacían sentir su influencia en todas partes, ¿cómo
pues, se explica la ejecución de seis millones de israelitas?... ¿Se trataba
acaso de una mágica resurrección?...
Una parcial
explicación de estos misterios aritméticos, consiste en que los alemanes
ejercieron dominio temporal sobre diversos países europeos en los que había
judíos. Pero es el caso que en cada uno de esos países también se repitió el
mismo prodigioso milagro de la resurrección. Apenas los ejércitos aliados
penetraron en Francia, surgieron por todas partes los "ejecutados"
israelitas y se encumbraron de nuevo en la política y las finanzas: Marie
Claude, Vaillant-Couturier y Pierre Villain lograron hacerse diputados y junto
con Madeleine Braun (también judía) encabezaron una nueva corriente
prosoviética. Y apenas el ejército judío-bolchevique penetró en Rumania,
Checoslovaquia y Hungría, surgieron israelitas por todas partes para hacerse
cargo de la nueva administración pública marxista, de la alta estructura de las
finanzas, de la industria y del comercio.
Antes de la guerra
sólo había 6 millones de judíos en toda Europa, y de haber sido asesinados seis
millones, no habría quedado ninguno, lo cual es absolutamente falso. En todos
los países las tropas aliadas encontraron numerosas colonias de israelitas y a
otros muchos se les libertó de los campos de concentración. Aun antes de que
terminara la contienda, a fines de 1944, Himmler accedió a que emigraran a
través de Suiza 1,200 hebreos semanariamente, y el 19 de abril de 1945 (antes
que terminara la guerra) Norbert Masur, del Congreso Mundial Israelita, llegó a
Berlín a gestionar ante Himmler que los judíos detenidos no fueran cambiados de
campamento, a fin de evitarles posibles represalias durante su translado.
El cuento de los 6
millones de judíos muertos comenzó a ser fabricado por el israelita Poliakov,
partiendo de las declaraciones del Dr. Wilhelm Hoettl y de Dieter Wisliceny,
quienes dieron informes sobre evacuaciones, emigraciones, decrecimiento del
judaísmo europeo, etc.. Poliakov barajó estos términos y a todos les dio la
acepción de "liquidación". Echó a rodar la bola y luego otros le
fueron agregando dramáticos retoques. Los comisarios judíos soviéticos
capturaron el campo de Auschwitz y hablaron de 4 millones de judíos muertos con
gas, lo cual es falso porque meses antes la Cruz Roja internacional había
visitado ese campo y no existía tal exterminio ni cámaras de gas. Pero el
embuste fue difundido mundialmente por las agencias internacionales de prensa
(controladas por el judaísmo) y coreado por películas filmadas, documentales
amañados, panfletos, libros, etc.. David Rousset, en Francia, y Eugen Kogon, en
Alemania, dramatizaron la "liquidación de los 6 millones". El comunista
húngaro Miklos Nyizli inventó la "confesión" del Dr. Mengele, y
después de que fue ejecutado Rudolf Hoess (comandante del campo de Auschwitz,
no confundir con Rudolf Hess) se inventó su "confesión" sobre las
matanzas y se tradujo a todos los idiomas para "confirmar" en el
mundo entero lo de los "6 millones de liquidados".
Para elaborar el mito
de los 6 millones de judíos muertos (todos los que habitaban en Europa) no se
omitieron trucos. Por ejemplo, un bombardeo aliado había devastado la población
alemana de Weimar, poco antes de que terminara la guerra, y eran tantos los
muertos que el jefe de la policía, Walter Schmidt, optó por incinerarlos, de lo
cual tomó fotos. Pues bien, esas fotos de alemanes muertos por los aviones
aliados fueron luego exhibidas como si se tratara de israelitas asesinados. En
Munich ocurrió algo parecido y el arzobispo y cardenal Faulhaber atestiguó que
los cadáveres encontrados por los aliados en el crematorio de Dachau no eran de
judíos, sino de alemanes muertos en el bombardeo de la ciudad. Agregó que en
Dachau nunca existieron cámaras de gas, como ahora se dice que las hubo.
Por su parte, el abogado Stephen F. Pinter, de St. Louis, Mo., estuvo seis años en Alemania como funcionario del Departamento de Guerra de Estados Unidos, comisionado para investigar lo de los campos de concentración, y afirma que lo de las cámaras de gas para matar judíos carece totalmente de fundamento; en cuanto a los hornos crematorios, no eran para exterminar a nadie, sino para cremar cadáveres. Mr. Pinter agrega que él fue la primera autoridad aliada que recibió el campo de concentración de Flösenburg y precisó que ahí no habían muerto más de 200 personas, pero meses después se enteró con sorpresa que estaban celebrándose ceremonias en Flösenburg para honrar a los "tres mil exterminados".
El doctor judío
Benedikt Kautsky, que estuvo internado en Auschwitz y en otros campos, dice:
"Yo estuve en los grandes campos de concentración de Alemania. Pero,
conforme a la verdad, tengo que estipular que no he encontrado jamás en ningún
campo ninguna instalación como cámara de gaseamiento". ("La Mentira
de Ulises".- Por Paul Rassinier, antiguo internado en campos de concentración.)
Solamente si se
admite la creencia de que el judío es el elegido para dominar el mundo, y de
que esa hipotética superioridad le permite multiplicarse en la tumba, puede
aceptarse que durante la guerra perecieron seis millones de judíos, pues la
inmensa mayoría de ellos vive ahora (1953, año de la 1ª edición de este libro)
en Europa, en América y en la Palestina ocupada.
Por otra parte, es
rigurosamente cierto que muchos judíos fueron muertos o ejecutados, pero se
omite decir que eran miembros de grupos sin uniforme y sin bandera, que a
retaguardia de las líneas organizaba sabotajes, conspiraciones, espionaje y
asaltos sorpresivos. Este encubierto sistema de combate ha sido siempre
sentenciado en todos los países del mundo a la máxima pena de la ejecución. Es
un principio de ley internacional que todo aquel que combate sin uniforme y sin
insignias se priva automáticamente de garantías en el caso de caer prisionero.
Los escritores
Goldsmith, Marik, Buch y Ruszicka han relatado cómo sus congéneres organizaban
saboteadores a espaldas de las líneas alemanas en la URSS. En su barrio de
Bialystock organizaron un gran levantamiento que empezó el 16 de agosto de
1943, encabezado por el líder judío comunista Daniel Moskovicz y por Mordechai
Tanenbaum, dirigente del hechalutz. ("Prensa Israelita", 2 de abril
de 1964).
El periodista Edwin
Hartrich reveló el 26 de febrero de 1948 que un tribunal militar norteamericano
acababa de contradecir el principio básico en que se basaron los procesos de
Nuremberg. El nuevo tribunal dictaminó que "los soldados alemanes eran
víctimas de ataques por sorpresa, hechos por un enemigo con quien no podían
batirse en combate abierto. Era práctica común la emboscada a las tropas
alemanas. A menudo los soldados alemanes eran capturados, torturados y muertos.
La mayoría de las fuerzas subterráneas no cumplían con los reglamentos de la
guerra y por lo tanto carecían de todo derecho a ser tratados como
beligerantes... Los miembros de estos grupos ilegales (añadió el tribunal militar
norteamericano radicado en Francfort) no tenían derecho al privilegio de ser
tratados como prisioneros de guerra al ser capturados, y en consecuencia los
alemanes no pueden ser acusados de ningún crimen por haberlos fusilado".
Añadía el tribunal
que la ejecución de quienes combaten sin uniforme era practicada por muchas
naciones, inclusive la Gran Bretaña, los Estados Unidos, Francia y la URSS.
Tanto así que el reglamento de guerra en tierra, del ejército norteamericano,
establece como ilegales los actos de resistencia realizados por individuos
"sin emblema, distintivo o uniforme por el cual pueda reconocérseles a
distancia, ni porten sus armas abiertamente ni luchen de acuerdo con las reglas
bélicas universalmente aceptadas". Tal era el caso de millares de
fanáticos judíos que luchaban secretamente, como que de todo secreto han hecho
un arte inimitable en los últimos cuatro mil años, desde que desafiaron el
poder de los faraones. En realidad el movimiento político judío podría ahora
proclamar con orgullo la temeridad de sus encubiertos combatientes de Europa,
pero sin duda alguna le conviene más presentarlos como pasivas víctimas de una
"inexplicable e incoherente furia hitleriana".
Otra acusación contra
los alemanes se refería a la ejecución de rehenes. Este procedimiento, como
medida represiva contra los ataques encubiertos de combatientes no uniformados,
se halla previsto asimismo en el artículo 358 del reglamento de guerra
norteamericano, y en los artículos 453 y 454 del código de justicia militar británico.
Se acusó a las tropas SS alemanas de ejecutar a 10 rehenes por cada soldado
alemán asesinado a mansalva, pero es el caso que los franceses tenían una cuota
de 25 a 1, y los estadounidenses de 200 a 1.
El Dr. Judío
Listojewski publicó en la revista "The Broom", de San Diego, Cal., el
11 de mayo de 1952: "Como estadístico me he esforzado durante dos años y
medio en averiguar el número de judíos que perecieron durante la época de
Hitler. La cifra oscila entre 350,000 y 500,000. Si nosotros los judíos afirmamos
que fueron seis millones, esto es una infame mentira".
Tomado de Derrota Mundial, Escrito Por Salvador Borrego E. México.
Tamen
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